13.6.08

(foto/M.Trives/arxiu Diari de Cubelles)

En aquets dies en que tenim dificultat a l´hora de comprar peix i a més car,aquest article de Joan Barril mereix una lectura i més.

Com sempre Barril, genial !!!!!!!!!!!




LOS DÍAS VENCIDOS // JOAN BARRIL

Chanquete se muere

JOAN BARRIL


En las cartas de los restaurantes de la Barceloneta de principios del siglo XX hay algo sorprendente. En aquellos tiempos, el pollo era más caro que la langosta. La explicación era que, mientras que el pollo de corral había que alimentarlo, la langosta era un animal que salía del mar agarrado a las redes y tenía un precio mucho más asequible. Este fenómeno fue variando a lo largo del siglo pasado. Mariscos y pescados que no pasaban del rancho de los pescadores llegaron a las grandes mesas. El ancestral bacalao en salazón ha experimentado una subida más que notable. Otros manjares como las espardenyes, otrora conocidas por los pescadores con el sugestivo nombre de cagarros de mar, hoy llegan a las lonjas importadas de otros bancos. Incluso los humildes y exiguos erizos de mar se cotizan al alza. Este fenómeno afecta fundamentalmente al pescado, no así a los productos de la tierra, que se mantienen dentro de la lógica inflacionista general.
La pesca --que no la acuicultura en alza-- es todavía una de las industrias que más se acerca a la primitiva subsistencia de los pueblos cazadores. Para que la pesca se produzca han de coincidir en un determinado punto del mar el pescado y el pescador. Eso que parece una obviedad ha merecido de los distintos países una especial protección de sus aguas territoriales, hasta el punto que hace unos años se produjo frente a las costas de Labrador y Terranova un conflicto pesquero, la guerra del fletán, que llevó a la sorprendente ruptura de relaciones diplomáticas a dos estados tan poco conflictivos como España y Canadá. Cada día aumenta la población ictiófaga y cada día los caladeros próximos se ven más menguados. "Habrá un día en el que el pescado se acabará", me decían de pequeño. Y siempre miraba los ojos del lenguado como si fuera el último lenguado de mi vida.

La paradoja se está produciendo ahora. Se nos está acabando el petró- leo antes que los peces. Las flotas pesqueras asumen con responsabilidad las vedas ecológicas, pero cuando esas vedas se acaban y empieza la temporada, el gasóleo es demasiado caro. El gasóleo es demasiado caro para todos, para el pescador y para el tractorista, para el dueño de un coche que compró con la pretensión de ahorrar y para el transportista de corto o largo recorrido. Difícilmente la protesta de los pescadores va a ser atendida con subvenciones al gasó- leo pesquero, porque entonces llegará la reclamación de todos los consumidores de gasóleo profesional, sean terrestres o marítimos. Lo que es evidente es que tal vez se esté acabando la pesca cercana y que las lonjas se nutrirán de especies procedentes de otros caladeros donde el precio del petróleo viene compensado por las grandes capturas. De la misma manera que murió Chanquete, el legendario pescador televisivo de Verano Azul, también morirá una práctica artesanal y arriesgada que no parece merecer de la Administración la ayuda necesaria. Lo dijo el pintor Sorolla en uno de sus cuadros más trágicos: "¡Y aún dicen que el pescado es caro!". Tal vez el ministerio pretenda que los pescadores vuelvan a faenar a la mar con su decorativa vela latina y la fuerza de los remos. Igual que Chanquete, vamos.

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