16.11.05

El aullido del lobezno
La Vanguardia-
Soberbio el primero, metido en la piel de Charlie Rivel con absolutaconvicción y con aquel acento exótico del hijo más universal de Cubelles,que nunca ... http://www.lavanguardia.es/web/20051106/51196976639.htm
Joan Font ha construido una pieza rebosante de ternura y entereza moral, para lo que ha contado con actores de excepción
JOAN-ANTON BENACH - 06/11/2005
Pocas veces existen apuestas seguras en este oficio, pero el premiadísimo Gerard Vàzquez (Barcelona, 1959) era una opción con muchos ases en la manga para inaugurar con éxito una nueva temporada T6 en el Nacional. En estao casión, la experiencia de un trabajo de creación mancomunada, una suerte dework in progress tutelado por un poderoso patrón, se ha sacudido de entradala estulticia y la pretenciosidad que tanto abundó en anteriores ediciones. A partir de Uuuuh!, una propuesta de Vàzquez evocadora de la figura del granCharlie Rivel, el director Joan Font, los actores, el escenógrafo Pep Duran,Nina Pavlowsky con el vestuario y cuantos han formado parte del proyectoartístico del autor han estado a la altura de las circunstancias. El resultado final de su trabajo ha sido un espectáculo vigoroso, tenso, quecaptura la atención desde la primera hasta la última escena y al que cabeaugurar un largo recorrido, más allá de su temporada en la sala Tallers delTNC. A partir de una referencia histórica cierta - la obligada estancia delcélebre payaso catalán en la Alemania nazi de finales de la guerra-, GerardVàzquez plantea el conflicto ético que supone la colaboración del artistacon el régimen totalitario alemán. El asunto ha sido dramatizado otras veces. Por ejemplo: la actitud de Furtwrängler, el famoso director de la Filarmónica de Berlín, fue tratada por Ronald Harwood en un drama agobiante titulado Prendre partit,que,dirigido por Ferran Madico, se vio en la sala Villarroel (enero, 1997).Vàzquez imaginó a un Charlie Rivel (Ferran Rañé) forzado a actuar en una solemne fiesta de aniversario del Führer junto con el payaso Witzi (JordiMartínez), su partenaire,un hombre que odia a Hitler y que a causa de sus continuas bromas contra el régimen y de la leve cuota de sangre judía que hay en sus venas será conducido a la cámara de gas antes de la suntuosa celebración. El autor violentó un punto el argumento al inventarse el personaje de Krauss(Pep Molina), oficial de la Gestapo que chantajea a los clowns y que suplicaa Rivel que le deje actuar junto a él (!), con lo que, además de homenajearal gran jefe, verá satisfecha su antigua y frustrada vocación de payaso. Totalmente negado para tal menester, Krauss, claro, es un fantoche de tomo y lomo. Sus intervenciones basculan del ridículo más espantoso a la exhibiciónde una siniestra capacidad maquinadora como buen profesional del terror,responsable y sin escrúpulos. Es la figura más compleja de la historia y laque acusa ciertas pequeñas grietas del texto. Ami modo de ver, resulta inverosímil, verbigracia, que aun admitiendo elhundimiento próximo del sistema al que sirve, Krauss le cuente a Rivel queel paradero de su amigo Witzi tal vez se halle en algunas pastillas de jabón. La dirección de Joan Font, eficaz, vibrante y sin lagunas visibles,no acaba de lograr del citado personaje de Pep Molina, los modos, el tono yel matiz que sabemos al alcance de este excelente actor. Es clara la intención de Vàzquez al convertir a un funcionario de la Gestapoen un payaso torpe y petulante, pero pienso que sobre las espaldas delodioso sujeto, autor y director han puesto un carga excesiva de obviedad eingenuidad. Es cierto que entre la caricatura y la poética de Uuuuh! hay unaestrecha relación, pero, en todo caso, es una ligera nube que ensombrece elmuy brillante espectáculo. Con la - supongo- entusiasta asesoría de ese experto en el mundo del circo ydel clown que es Jordi Jané, a quien el programa agradece sus servicios,Joan Font, mandamás de Comediants, ha construido una pieza rebosante de ternura y entereza moral. Para ello, Font ha contado con unos actores de excepción. Junto a Molina,Ferran Rañé i Jordi Martínez son dos payasos fantásticos. Tanto al ejercercomo tales como despojados de toda caracterización. Soberbio el primero,metido en la piel de Charlie Rivel con absoluta convicción y con aquelacento exótico del hijo más universal de Cubelles, que nunca habló muy bienel catalán. Confirmando y ampliando el segundo sus dotes polifacéticas deprimerísimo actor. Perfectos ambos como clowns, la marcha de Witzi-Martínezhacia la muerte es tan conmovedora como el aullido de lobezno herido que, agarrado a su inseparable silla roja, Rivel-Rañé lanza al más bárbaronocturno de la historia.