7.12.07

MANUEL VICENT

Náufrago

MANUEL VICENT 02/12/2007

Ante todo, un líder político debe dar la sensación de fortaleza, de confianza y de seguridad en sí mismo. La bondad natural no es una virtud muy apreciada por la opinión pública, salvo por algunas abuelas en el chocolate a media tarde. Nunca viene mal que un líder político sea profundamente honrado, pero ninguna cualidad privada sirve de nada si el ciudadano no percibe que ese señor al que va a votar le salvaría en una tempestad si fuera capitán de barco o encontraría una salida con el ánimo levantado en medio de una catástrofe. La fortaleza del político debe estar lo más alejada posible de los gritos y los puñetazos en la mesa, que en la mayoría de los casos sólo ocultan un miedo consolidado. La cólera hay que administrarla en voz baja, como sucede con las blasfemias anglosajonas. King Kong se apaleaba el pecho cuando creía que le iban a birlar a la novia. La dureza de una persona, hombre o mujer, está en la mirada. Por otra parte, un líder político debe usar casi todo su talento en escoger a sus colaboradores y expertos en cada materia y el resto en escuchar al más inteligente y hacer cumplir lo que éste le aconseje sin dar señales de duda o vacilación. Mandar es un instinto. Se tiene o no se tiene. Es un don animal, que equivale sentirse amo de una camada. Quien carece del gen de mando, al dar una orden, se lleva un susto si le obedecen. Cuando se tiene poder y autoridad, gobernar es una cuestión de olfato. Son muy famosos estos consejos de Maquiavelo: si no eres amado, procura al menos ser temido y si te ves obligado a hacer un daño que éste sea contundente y rápido para que el ciudadano lo olvide pronto, pero a la hora de hacer el bien trata de dosificarlo lentamente, poco a poco, para que la opinión pública lo entienda como una felicidad duradera. En medio de la histeria que se va a desarrollar en la próxima campaña electoral, pregúntate cuál de los dos candidatos sería capaz de salvarte si te estuvieras ahogando. Desconfía del que grite o bracee más. La victoria no estará de parte del gallo que mejor maneje los espolones, sino del que más serenidad imparta. Dale el voto al que demuestre que sabe realizar la maniobra de hombre al agua, porque en el fondo, como elector, no eres más que un náufrago.