10.7.07

Recomanem aquesta lectura apareguda a El Pais, Rosa Montero genial sempre!!
El móvil

ROSA MONTERO 03/07/2007

La revolución tecnológica de las últimas décadas ha sido tan enorme que, sin apenas darnos cuenta, en Occidente estamos viviendo, para lo bueno y para lo malo, en el mundo de las novelas de ciencia-ficción que leí en mi adolescencia. Puro Asimov y Clarke. Bueno, algunos, como los gerifaltes de la Iglesia, no sólo no viven en el mismo mundo que los demás, sino que, con alegre y firme paso reaccionario, organizan cruzadas contra el Mal de la educación cívica y parecen ir derivando cada día un poquito más hacia el Medievo. Pero no era de estas excepciones retrógradas (o de estos retrógrados excepcionales) de lo que quería hablar, sino de la tecnología.

Y, más concretamente, de la opinión que nuestros aparatos tienen de nosotros. Porque los artefactos electrónicos inteligentes se han convertido en algo parecido al espejo de la madrastra de Blancanieves. Algo que refleja lo que somos. Y así, el ordenador que nos reconviene por haberlo cerrado mal, o el navegador del coche que nos repite mil veces que tenemos que dar la vuelta, parecen pensar que somos imbéciles. Pero aún es peor el engreimiento del móvil de mi amigo Yiannis.

Yiannis Pitsioras es un estupendo novelista griego y tiene un Nokia que, como todos, viene con una serie de mensajes convencionales pregrabados que puedes usar para responder a alguien sin tener que teclear ni perder tiempo. Las frases de Yiannis dicen lo habitual: "La reunión todavía no ha terminado", "Te llamaré en cuanto pueda" y cosas así. Mensajes que denotan una actividad laboral agobiada y frenética. Hasta llegar al último, que dice: "Yo también te quiero". O sea, que el móvil de mi amigo piensa que él es un mentecato capaz de contestar requerimientos de amor con fórmulas automáticas; que es un fatuo ejecutivo perseguido por amantes tan pesadas que no se rinden con los mensajes anteriores y conviene endulzarles la negativa. ¿Seremos de verdad como estas máquinas nos ven? ¿Hemos conseguido desnaturalizar los sentimientos y las relaciones hasta el punto de que incluso las mentiras de amor son electrónicas? Espantada, corrí a verificar mi móvil, y por fortuna no tiene ese mensaje. Todavía.