20.1.09

El legado nefasto del presidente Bush

EDITORIAL
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Ahora que el presidente Bush está a punto de abandonar la Casa Blanca para entrar en la historia, los norteamericanos sienten un inmenso alivio y lamentan algunas infamias, mientras aguardan la llegada de Barack Obama con una anhelante esperanza en medio de la gran tormenta financiera y de los riesgos de una situación internacional harto comprometida. Luego de ocho años en el poder y de haber batido todas las marcas de impopularidad, superando incluso las de Truman y Nixon en sus días más aciagos, Bush ofrece un legado nefasto en el que se agolpan dos guerras muy costosas en vidas y haciendas, graves desequilibrios presupuestarios, diversas violaciones de los derechos humanos que escarnecen los principios constitucionales y una tradición ejemplar, un quebranto infausto de las relaciones con sus aliados europeos y una aparente indiferencia ante los peligros del cambio climático.
La llamada "guerra contra el terrorismo" y la pretensión de predicar o instaurar la democracia en territorios poco propicios, se-gún el catecismo de los neoconservadores, terminaron en un fiasco planetario, pese a los progresos alcanzados en Irak durante el último año. Una crisis econó-mico-financiera global, propulsada tanto por el endeudamiento estratosférico como por la incuria o la connivencia sospechosa de las autoridades reguladoras, vino a colmar el vaso de la indignación popular y cercenó las ya escasas probabilidades del senador John McCain en las elecciones presidenciales. En su mensaje de despedida, Bush consideró "un significativo contratiempo" la inexistencia de armas de destrucción masiva en Irak, cuando la verdad es que fue su retórica apocalíptica la que justificó la invasión y la ocupación.Tanto Obama como los senadores Clinton y McCain fundaron sus campañas electorales en la necesidad de restaurar el prestigio, el honor y la moral de EEUU en el mundo, gravemente dañadas por una presidencia que se entregó a unos excesos ideológicos y militares poco acordes con los intereses y los recursos de una superpotencia indispensable, pero que no puede actuar con desenvoltura o iniquidad. La relativa seguridad contra el terrorismo dentro de EEUU, que Bush considera su mayor timbre de gloria, no puede justificar las infamias de Guantánamo, las torturas en Irak y las prisiones secretas de la CIA. Obama tiene ante sí la tarea de levantar al coloso postrado.

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